. Rodríguez 29/07/2012
Una puerta corredera descubre un mundo construido con miles y miles de latas. Nos ubicamos en una de las parcelas de La Colilla, una localidad abulense situada a las afueras de la capital. Una de las parejas peor avenidas del universo animado, la de Piolín y el gato Silvestre, flanquean el pasillo principal de un parque temático que nació como un hobby para desconectar y que se ha convertido en el lugar donde su propietario y creador realiza un sin fin de horas extras.
Ni el propio Ramiro García podía pensar hace 25 años, los que lleva coleccionando latas de cerveza, que un día esa afición se iba a elevar hasta otro nivel. Ramirín, como se hace llamar, cuenta en declaraciones a Ical que esta original manera de llenar el espacio que rodea su casa comenzó por una recomendación médica: la de relajarse y tomarse la vida con más calma. Pero como los puzzles no funcionaban, cambió las fichas por latas de refrescos.
Frente a la entrada se alza un árbol, la única figura que conserva el color original de las más de 3.000 latas que lo componen y que fue el origen de lo que hoy está reconocido oficialmente como parque temático y centro cultural. Entre los primeros encargos está el que en un principio concibió como el castillo de los Gormitis –una famosa serie de dibujos animados que triunfa entre los más pequeños- y que empezó a construir para su hijo. Sin embargo, el castillo acabó convirtiéndose en uno de los lienzos de la muralla de Ávila elaborado con unas 9.000 latas.
La Torre Eifell también tiene su réplica. (Foto: M. Martín)
La ciudad amurallada también está representada por el monumento de Los cuatro postes y por un verraco que parece vigilar este pequeño conjunto arquitectónico. A derecha e izquierda las opciones son dos, ambas animadas: sumergirse bajo el mar con Bob Esponja o pasear por el parque de Yellowstone con cuidado de que el oso Yogui no haga desaparecer la cesta que contiene los emparedados de la merienda. Junto a ellos, la barbacoa y un pedestal sobre el que una paloma parece querer emprender el vuelo. Ramiro confiesa que este podio fue en un principio la Copa de la Liga de Campeones, pero al no convencerle el resultado, transformó el trofeo en pedestal.
Al otro lado de la muralla de Ávila, Ramiro García ha recreado el universo de Bob Esponja, uno de los que más triunfa entre los niños que han visitado el parque. Más adelante, aparece otro Bob Esponja, de mayor tamaño y que está reservado para que los visitantes se fotografíen con él. Nadie deja escapar la oportunidad de retratarse con el morador de la piña debajo del mar.
Los personajes de dibujos animados cobran un especial protagonismo en este arte en lata. No faltan Papá Pitufo y Pitufina, Doraemon, Pocoyó o Hello Kitty; sin olvidar la cabeza de la Pantera Rosa pixelada que cuesta un poco descubrir. Según comenta Ramiro García, tiene en mente abrir un espacio más clásico con Dartacán, Heidi y Marco, pero lo afronta más como un proyecto a largo plazo. El cine tiene otro rincón en este parque temático de latas recicladas, con personajes míticos como C-3PO y R2-D2 de La Guerra de las Galaxias; o personajes de cómic como Matzinger Z, Batman y Superman.
De la pared del otro lado del pasillo principal cuelgan numerosos escudos de clubes de fútbol que han dado pie a encargos como el del Rayo Cantabria, de Tercera División, para lucirlo en su estadio o el de una peña del Getafe. “El del Ávila está por ahora en proyecto”, anuncia este artesano, reconocido como tal en la modalidad de maquetista.
En lo que va de año, cerca de 800 personas han paseado por las calles de esta pequeña ciudad enlatada. No cobra entrada, sólo “la voluntad”, que viene rondando los dos euros. No obstante, han sido muchos más los ojos que han tenido la ocasión de acercarse a este parque, bien a través de su blog o de la pequeña pantalla, ya que ‘Ramirín’ ha sido una de las vidas anónimas a las que ha prestado atención una cadena nacional.
Los escudos de Primera División, realizados con latas de refrescos. (Foto: M. Martín)
290.000 latas
Echando cuentas, Ramiro García estima que a lo largo de los últimos tres años, pues su arte en lata comenzó en 2009, habrá pegado más de 290.000 latas. “Me he gastado un dineral en silicona”, comenta, calcula que más de 1.200 euros, pero asegura que el resultado merece la pena. Esas 290.000 latas están distribuidas en más de un centenar de figuras que no sólo se encuentran en el interior de este recinto.Además de los encargos mencionados, no podía faltar un toro de Osborne en El Barraco (Ávila) y otro en el matadero de la capital. Buena parte de esas latas han dado forma a lo que dice que son los juegos de su vida y junto al Pacman (comecocos), aparece también el tetris, los marcianitos de las máquinas recreativas y otros aún más clásicos como el parchís y sus cuatro cubiletes.
Pero de todas las figuras que Ramiro García ha construido con latas recicladas es el Ferrari de Fernando Alonso su favorita. Lo componen cerca de 4.800 latas y ha sido la pieza más expuesta. En proyecto está ahora la Torre de Pisa, inconfundible porque está ya marcada la inclinación que la caracteriza. En esta tardará un poco más que otras ocasiones ya que después de que su salud le haya jugado una mala pasada, está concienciado de tomárselo con más calma.
La Torre de Pisa se alza junto a la Torre Eiffel, que mide 6,80 metros y cuenta con más de 11.000 latas. La base la realizó en su taller y necesitó una grúa para transportarla hasta el parque. “Me llevó dos veranos de curro”, explica.
Hasta 'los muñeros de la tele' se pueden ver en este peculiar museo. (Foto: M. Martín)
MUSEO
La colección de 6.000 latas de cerveza, “el 70 por ciento llenas”, puntualiza Ramirín, las guarda en una caseta cubierta junto al parque que por lo general no está abierta al público. Perfectamente colocadas, los envases van llenando las cuatro paredes del habitáculo. Entre ellas, joyas como la Duff Beer –la que bebe Homer Simpson- que compró por internet y otras tantas llegadas de diversos rincones del mundo porque son el recuerdo que los amigos de Ramiro le traen de sus viajes.
Este artesano ha ido ampliando su colección con latas de refresco, desde la primera Pepsi que se comercializó o la primera Coca cola Light, pasando por algunas llegadas desde China, hasta los últimos diseños que incluyen a los jugadores de la selección española de la última Eurocopa. Muchas de estas latas han empezado a invadir el techo de esta caseta con el objetivo de completar el espacio en unos cuantos años.
Es difícil imaginar que el oso Yogui, la muralla de Ávila, el Ferrari de Fernando Alonso y los tres Reyes Magos puedan formar parte de una misma exposición. Por muy osada que fuera nuestra mente no le resultaría fácil idear la manera de que elementos tan dispares compartieran espacio en un mismo museo. Sin embargo, desde hace tres años en Ávila se puede pasear por un universo en el que conviven escudos de clubes de fútbol, personajes de dibujos animados, videojuegos y monumentos en total armonía.
Ni el propio Ramiro García podía pensar hace 25 años, los que lleva coleccionando latas de cerveza, que un día esa afición se iba a elevar hasta otro nivel. Ramirín, como se hace llamar, cuenta en declaraciones a Ical que esta original manera de llenar el espacio que rodea su casa comenzó por una recomendación médica: la de relajarse y tomarse la vida con más calma. Pero como los puzzles no funcionaban, cambió las fichas por latas de refrescos.
Frente a la entrada se alza un árbol, la única figura que conserva el color original de las más de 3.000 latas que lo componen y que fue el origen de lo que hoy está reconocido oficialmente como parque temático y centro cultural. Entre los primeros encargos está el que en un principio concibió como el castillo de los Gormitis –una famosa serie de dibujos animados que triunfa entre los más pequeños- y que empezó a construir para su hijo. Sin embargo, el castillo acabó convirtiéndose en uno de los lienzos de la muralla de Ávila elaborado con unas 9.000 latas.
La Torre Eifell también tiene su réplica. (Foto: M. Martín)
La ciudad amurallada también está representada por el monumento de Los cuatro postes y por un verraco que parece vigilar este pequeño conjunto arquitectónico. A derecha e izquierda las opciones son dos, ambas animadas: sumergirse bajo el mar con Bob Esponja o pasear por el parque de Yellowstone con cuidado de que el oso Yogui no haga desaparecer la cesta que contiene los emparedados de la merienda. Junto a ellos, la barbacoa y un pedestal sobre el que una paloma parece querer emprender el vuelo. Ramiro confiesa que este podio fue en un principio la Copa de la Liga de Campeones, pero al no convencerle el resultado, transformó el trofeo en pedestal.
Al otro lado de la muralla de Ávila, Ramiro García ha recreado el universo de Bob Esponja, uno de los que más triunfa entre los niños que han visitado el parque. Más adelante, aparece otro Bob Esponja, de mayor tamaño y que está reservado para que los visitantes se fotografíen con él. Nadie deja escapar la oportunidad de retratarse con el morador de la piña debajo del mar.
Los personajes de dibujos animados cobran un especial protagonismo en este arte en lata. No faltan Papá Pitufo y Pitufina, Doraemon, Pocoyó o Hello Kitty; sin olvidar la cabeza de la Pantera Rosa pixelada que cuesta un poco descubrir. Según comenta Ramiro García, tiene en mente abrir un espacio más clásico con Dartacán, Heidi y Marco, pero lo afronta más como un proyecto a largo plazo. El cine tiene otro rincón en este parque temático de latas recicladas, con personajes míticos como C-3PO y R2-D2 de La Guerra de las Galaxias; o personajes de cómic como Matzinger Z, Batman y Superman.
De la pared del otro lado del pasillo principal cuelgan numerosos escudos de clubes de fútbol que han dado pie a encargos como el del Rayo Cantabria, de Tercera División, para lucirlo en su estadio o el de una peña del Getafe. “El del Ávila está por ahora en proyecto”, anuncia este artesano, reconocido como tal en la modalidad de maquetista.
En lo que va de año, cerca de 800 personas han paseado por las calles de esta pequeña ciudad enlatada. No cobra entrada, sólo “la voluntad”, que viene rondando los dos euros. No obstante, han sido muchos más los ojos que han tenido la ocasión de acercarse a este parque, bien a través de su blog o de la pequeña pantalla, ya que ‘Ramirín’ ha sido una de las vidas anónimas a las que ha prestado atención una cadena nacional.
Los escudos de Primera División, realizados con latas de refrescos. (Foto: M. Martín)
290.000 latas
Echando cuentas, Ramiro García estima que a lo largo de los últimos tres años, pues su arte en lata comenzó en 2009, habrá pegado más de 290.000 latas. “Me he gastado un dineral en silicona”, comenta, calcula que más de 1.200 euros, pero asegura que el resultado merece la pena. Esas 290.000 latas están distribuidas en más de un centenar de figuras que no sólo se encuentran en el interior de este recinto.Además de los encargos mencionados, no podía faltar un toro de Osborne en El Barraco (Ávila) y otro en el matadero de la capital. Buena parte de esas latas han dado forma a lo que dice que son los juegos de su vida y junto al Pacman (comecocos), aparece también el tetris, los marcianitos de las máquinas recreativas y otros aún más clásicos como el parchís y sus cuatro cubiletes.
Pero de todas las figuras que Ramiro García ha construido con latas recicladas es el Ferrari de Fernando Alonso su favorita. Lo componen cerca de 4.800 latas y ha sido la pieza más expuesta. En proyecto está ahora la Torre de Pisa, inconfundible porque está ya marcada la inclinación que la caracteriza. En esta tardará un poco más que otras ocasiones ya que después de que su salud le haya jugado una mala pasada, está concienciado de tomárselo con más calma.
La Torre de Pisa se alza junto a la Torre Eiffel, que mide 6,80 metros y cuenta con más de 11.000 latas. La base la realizó en su taller y necesitó una grúa para transportarla hasta el parque. “Me llevó dos veranos de curro”, explica.
Hasta 'los muñeros de la tele' se pueden ver en este peculiar museo. (Foto: M. Martín)
MUSEO
La colección de 6.000 latas de cerveza, “el 70 por ciento llenas”, puntualiza Ramirín, las guarda en una caseta cubierta junto al parque que por lo general no está abierta al público. Perfectamente colocadas, los envases van llenando las cuatro paredes del habitáculo. Entre ellas, joyas como la Duff Beer –la que bebe Homer Simpson- que compró por internet y otras tantas llegadas de diversos rincones del mundo porque son el recuerdo que los amigos de Ramiro le traen de sus viajes.
Este artesano ha ido ampliando su colección con latas de refresco, desde la primera Pepsi que se comercializó o la primera Coca cola Light, pasando por algunas llegadas desde China, hasta los últimos diseños que incluyen a los jugadores de la selección española de la última Eurocopa. Muchas de estas latas han empezado a invadir el techo de esta caseta con el objetivo de completar el espacio en unos cuantos años.